Ultimando detalles caigo en la cuenta que en determinados momentos la vida fluye a contrarreloj. No se adapta a la capacidad que tenemos algunos de aprisionar un segundo. Es como si nuestra historia se hiciese más larga y la particular de cada cual se alejase sin poderla alcanzar.
Admito que la vida tiene recursos, pero la mía se limita continuamente. Mi lógica me dice que para la prisa no hay lugar, pero el tiempo corre y tengo que montarme en él como quien toma un tren: a cada parada un respiro.
Rememoro y sigo en mis trece: tiempos pasados fueron mejores, ocupados con un sinfín de objetivos que hasta aquí no han llegado, aunque siguen ahí. Parará el próximo tren en la próxima parada.
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