...Y mientras ella yacía en aquella tosca piedra, navegaban las hojas caducas por el riachuelo. Hubiese estado horas contemplando la simplicidad del otoño infantil sin ser invadida por ningún sentimiento de melancolía. Era feliz en el paisaje que la envolvía, aunque fuera sorprendida por la primera lluvia, ¡bendita lluvia! Se incorporó y arremangándose el vestido echó a andar con la mirada a los cielos que parecían acero, hasta llegar a la cueva que por tantos años había estado allí, presa de divertidos juegos que desde niña aventuraba por aquellas fechas, ¡benditos juegos! La humedad la rodeaba familiarmente. Sabía que la nueva estación del año estaba frente a ella.
-Nada puede cambiar el fuerte carácter de la naturaleza- pensó ella, mientras las gotas engrosadas pendían en la boca de la gruta...
Cuando la lluvia ha lavado completamente de polvo la atmósfera, y se respira sintiendo que el aire purificado te llega a lo hondo del pecho, se siente verdaderamente el cambio de estación.
ResponderEliminarEn esta tierra que el verano deja tan abrasada, polvorienta y con la asfixia que provoca el aire acomodado a la sequedad y el cansancio acumulado producido por el mal descanso de unas noches impenitentes, la llegada de este cambio es motivo de alegría y renovación.