sábado, 5 de junio de 2010
· Dorian Gray
Y tú decías que no querías ver el deterioro de tu cuerpo. ¡Qué razón tenías! Pero hay una observación. Yo vivo en mi cuerpo pero tú no. Tu presencia me importa y la echo de menos. ¿Cómo estás y dónde? Como no te veo no te lo puedo preguntar cara a cara, tan solo a tu espíritu.
Tú querías tu cuerpo en aquellos tiempos. Tu alma, como contabas, estaba vacía. ¿Por qué no esperaste un poquito? ¿Acaso no querías que te viera nadie? Pues lo has conseguido. Duele decirlo ¿verdad? Me gustaría verte con unos cuantos años más, con algunas arruguitas y un leve montículo en tu tripa.
Ley de vida, si no es ley la tuya, que pasó como un soplo. Echándote de menos tu sonrisa estamos. Besos.
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Se bien, o creo saberlo, como querías a ésta persona. El hecho de que ya no esté entre nosotros no se debe a su voluntad, sino a la desgraciada influencia de una enfermedad que se hizo con el control de ésta, cerrándole todas las puertas que tuvieran algún atisbo de esperanza, y haciéndole ver como única salida al callejón de sus sufrimientos, miedos y temores, el que precisamente no va a ninguna parte, y que anega de dolor todo cuanto quieres o has querido.
ResponderEliminarLo único que deseo es que no se convierta su figura en algo perturbador, obsesivo y paralizador para la salud y la serenidad de los que nos hemos quedado aquí, y conservar su memoria en los aspectos más nobles y encantadores de su persona que quiso compartir con nosotros.