sábado, 22 de enero de 2011

· Yacer bajo la piedra

Mi piedra tiene vida; está más cercana a mis huesos que mi propia alma, que ya marchó. Esa piedra respira y rezuma por sus poros la misma existencia que la mía, estando expuesta a elementos del Universo, siendo sin serlo, inertes al igual que mi osario. Bajo ella puedo notar las gotas de lluvia , el calor del sol, el frío helado del invierno... y tu presencia...Mi cobijo eterno será tu asiento o bien tu recuerdo, como quieras, y si me visitas algún día, tráeme flores que aunque no las puedo ver, sí oler su esencia a través de los poros de esta piedra, y el silencio que ese día me guardes nutrirá mis huesos sin tú saberlo, reposando en paz el peso de mi sentida vida.

5 comentarios:

  1. No llegamos nunca a conocernos a fondo, y menos a tener una imagen completa de cómo nos proyectamos y nos ven los demás.
    Nuestro concepto del “yo” está distorsionado por el rebote de la auto-reflexión en nuestro interior, lo cual hace muy difícil éste conocimiento. El ejercicio se puede volver del todo estéril si no tenemos en cuenta que interaccionamos con lo que nos rodea. No nos olvidemos que somos seres sociales aunque algunos seamos “poco-proclives” a relacionarnos. Pero bueno esto es melón de la raíz filosófica.

    El rastro que a la postre dejamos en éste Mundo, no es más que la impresión que pueda producir nuestros hechos y comportamiento con las personas que nos hayan conocido. Vivimos de alguna manera en la memoria de los que nos sobreviven, así que debiéramos mostrarnos accesibles, todo lo trasparentes que nos sea posible, dispuestos y solícitos en ayudar a los demás, y aún así no nos habrán conocido realmente. Seguiríamos siendo unos desconocidos para los demás y para nosotros mismos.

    El arte y la poesía tienen la capacidad de redimirnos también. Es un hecho manifestación "trascendente" del ser humano. Es el anhelo de que podemos ser mejores.
    Me han venido a la memoria leyendo la entra los versos de Quevedo:
    “Cerrar podrá mis ojos la postrera
    Sombra que me llevare el blanco día,
    Y podrá desatar esta alma mía
    Hora, a su afán ansioso lisonjera;
    Mas no de esotra parte en la ribera
    Dejará la memoria, en donde ardía:
    Nadar sabe mi llama el agua fría,
    Y perder el respeto a ley severa.
    Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
    Venas, que humor a tanto fuego han dado,
    Médulas, que han gloriosamente ardido,
    Su cuerpo dejará, no su cuidado;
    Serán ceniza, mas tendrá sentido;
    Polvo serán, mas polvo enamorado.”

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  2. Una pregunta: ¿el proceso de creación que te lleva a cincelar magistralmente esas certeras, profundas y sentidas palabras donde la sintaxis adquiere un tono sobrenatural te llega tras ver la foto de la escultura dormida en piedra?

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  3. No a medias. Al hacer este escrito vislumbré huesos bajo una losa de piedra, algo más duro que esta imagen. Cuando di con ella noté que era lo que necesitaba para ablandar el sentimiento sobrecogedor que produce la muerte con todas sus letras.

    Llämale casualidad, premonición o imaginación hecha realidad, pero sabía que algo tan profundo podía llevar a esculpir tan hermosa piedra para trasmitir esa idea que a muchos nos abruma.

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  4. Sólo concibo la muerte como el estado superior al que accedemos tras la vida. No otra cosa es la resurrección que aposentar la muerte en su mortal cubículo.

    No tengo miedo de pensar en ella, sólo preocupación por cómo llegaré a Ella, de qué forma, las circunstancias, si sufriré, si habré hecho los deberes y concluido satisfactoriamente con la maravillosa criatura que ustedes sabéis la responsabilidad que tengo contraída.

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