Henry Purcell |
Una de los manuscritos musicales más fascinantes en la Biblioteca Británica es un volumen de puño y letra de Henry Purcell. En una parte incluye una colección de música religiosa; si se da vuelta al libro boca abajo y se comienza desde el final, hay una secuencia de música instrumental. Primero vienen las fantasías, a cuatro partes fechadas en junio de 1680 cuando el compositor tenía 21 años. En estas piezas, Purcell demuestra como había logrado dominar el estilo tradicional de composición inglés. Le sigue la famosa Chacona en sol menor, y una obertura, en las que se aprecia que también había absorbido el estilo instrumental francés. Luego siguen 8 sonatas, se trata de las tempranas versiones de los que posteriormente se conocerían cómo las “10 sonatas a cuatro partes”. Estas sonatas no se publicaron hasta 1697, dos años después de la muerte del compositor. En ellas se observa un mayor control de la forma que en las primeras versiones. Las armonías son a menudo asombrosas, con las disonancias típicas de la forma barroca, y el estilo muestra, en general, que son mucho más originales que las obras de Corelli, incluso las del último período, aunque no poseen este encanto italiano que provocó el éxito del de Rávena.
La música que a uno le gusta va asociada a su carácter, y ya no sé si estas piezas me gustan por su valor o por la sugestión sobre mi ánimo.
De esta manera la música de Purcell es limpia, reflexiva, sobria, trascendente. Dota a la cuerda de profundidad y emotividad, elevando el plano de la calidad expresiva que ya de por sí tiene la viola de gamba.
Estas fantasías se desmarcan del ideal del primer barroco, con la singularidad que da a su estilo el carácter inglés (impregnado también en la música de John Dowland y William Lawes, sus predecesores en el s.XVII), y lo despoja de adornos para conferirle una pureza nueva.
La música que a uno le gusta va asociada a su carácter, y ya no sé si estas piezas me gustan por su valor o por la sugestión sobre mi ánimo.
De esta manera la música de Purcell es limpia, reflexiva, sobria, trascendente. Dota a la cuerda de profundidad y emotividad, elevando el plano de la calidad expresiva que ya de por sí tiene la viola de gamba.
Estas fantasías se desmarcan del ideal del primer barroco, con la singularidad que da a su estilo el carácter inglés (impregnado también en la música de John Dowland y William Lawes, sus predecesores en el s.XVII), y lo despoja de adornos para conferirle una pureza nueva.
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· La Interpretación es de Jordi Savall; una de las más reconocidas para estas obras.
Una pequeña anotación a la excelente entrada de hoy.
ResponderEliminarPurcell escribía magistralmente para la viola da gamba, instrumento, que aún en esa época prodigiosa no había evolucionado hacía el actual violonchelo.
Ciertamente es posible interpretar estas maravillosas músicas con el violonchelo romántico, aunque la verdad sea dicha, no esté indicado plenamente para recoger los leves matices que engendra la cuerda frotada de la viola da gamba en la severa y trascendente obra del mejor músico inglés de la hitoria.
Dicho esto, buen fin de semana.
He cambiado el título de la entrada, porque efectivamente el violonchelo no existía todavía en la época de Purcell.
ResponderEliminarSu capacidad de expresión es muy distinta de la del violonchelo romántico: siete cuerdas, la forma de coger el arco, el bamboleo del instrumento al ser tocado...las dimensiones y la forma del mismo.
Y desde luego Purcell es para la música inglesa, la mayor gloría patria de su historia. Estas obras para Viola da Gamba son como dices severas por su profundidad y conocimiento musical en todos los sentidos. Como hemos dicho en otras ocasiones: lástima que muriera tan joven porque podría haber asentado las bases para un estilo propio de clasicismo ingles.
Gracias.