La percepción que se tiene de una época desde la visión retrospectiva de otra es idealizada, filtrada, simplificada e incluso deformada. Todo depende de la información, el conocimiento que de ésta llegue a nosotros y de la huella y el poso de los bandazos de estilo que se hayan podido producir desde entonces.
En concreto, este proceder se ve multiplicado y exagerado hasta el delirio en la impresión ideal que ha suscitado el periodo romántico a lo largo de los años hasta la actualidad. Es el esteriotipo del Romanticismo; inexactitudes que produce la revisión de la historia. La visión incompleta de una época. No podría ser de otro modo.
Recreaciones de pasiones arrebatas infladas por la literatura, vidas envueltas en turbulentas convulsiones emocionales, el desarrollo de las ideas de la revolución francesa ejerciendo como instigadoras de independencias, el auge de los nacionalismos…, y el tópico del artista romántico.
Esto ocurre con Frédéric Chopin (se cumplen 200 años de su nacimiento). Compositor y pianista virtuoso, estereotipo del artista-músico romántico. Al interpretar su música, en ocasiones se ha pecado de demasiada afectación, forzando el componente abierto y flexible que le concedió el músico. El espíritu polaco, que él bien encarnaba, era por otra parte de un carácter más sobrio y austero pero nunca amanerado. "La simplicidad es el logro final. Después de que uno haya jugado con una cantidad grande de notas, es la simplicidad que emerge como una recompensa del arte". (Chopin)
Según parece, Chopin tocaba con una enorme suavidad, y una libertad prodigiosa, con un uso proporcionado del rubato (en la aceleración y desaceleración), del legato (en la continuidad del sonido de las notas en transiciones suaves). Por tanto, el volumen de su ejecución en una sala de conciertos sería probablemente tenue, bajo. Por este motivo, su figura brillaba con más esplendor en salones pequeños, donde la proximidad permitía la apreciación de los matices de su fina ejecución.
Era [...] un cuadro inolvidable verle sentado al piano como un clarividente, perdido en sus sueños; ver cómo su visión se comunicaba a través de su ejecución, y cómo al final de cada pieza, él tenía la costumbre de pasar un dedo a lo largo del teclado en reposo, como forzándose en arrancarse a sí mismo de un sueño". (Robert Shumman)
Sin embargo, vemos como hay pianistas que atacan las interpretaciones del polaco con una fuerza casi atronadora, por no hablar del amaneramiento estilístico del que se ha abusado en exceso. En definitiva: confundir lo delicado con lo cursi, la potencia con el matiz de la levedad, el abuso de abundar en exceso de un falso romanticismo.
Desde mi condición de ignorante musical, sólo he expresado una apreciación personal.
Escuchemos estas tres sensibilidades: