domingo, 7 de agosto de 2011

· ¿Un verano fatal?


Sé que hablar del calor puede resultar banal, demasiado obvio y recurrente, y nada original; mxime con la que está cayendo. Pero abundar más en la perplejidad del ciudadano de a pié, cuando la nomenclatura económica con la que nos levantamos todos los días me sigue resultando alienígena, resulta un acto de masoquismo duro.
La Caló acentúa las aristas y los brillos del filo, que parece estar pendiendo sobre todos los que contemplamos, impotentes, como se agrava día a día la situación.
 Aunque, a pesar de mi ignorancia, se entrevé claramente la ambición especuladora, calculadoramente brutal que hay detrás de la “macro-economía”: Intereses capaces de zarandear a países y continentes enteros y que, a la postre, nos acaban arrastrando a todos a un pozo de miseria.
 Vemos como en los últimos años –aunque ha sido la tónica en buena parte de la historia-, el dinero se ha concentrado aún más en unos pocos, mientras se han endeudado y arruinado una gran mayoría. Las hambrunas de África, conviven con las destrucciones de cosechas en nuestro propio país para subir precios –en “buena lógica”-, viniéndonos a demostrar lo poco que ha cambiado el reparto en el mundo.
Mi mente recalentada trata de buscar una conexión entre los valores de la “prima de riesgo”, y la campaña publicitaria espectacular de algunas mancebías sevillanas.
Qué duda cabe que ayudan también los factores ambientales a la inestabilidad y la zozobra; la capacidad de aturdimiento del taladrador sonido de las cigarras, a semejanza de un instrumento musical-ancestral bosquimano/aborigen.

Aún así y todo, el verano se me pasa cada vez más con una fugacidad terrible.
¿Cómo es posible que un periodo que siempre me ha resultado -por mi naturaleza de rostro pálido- penoso, limitante y a la postre de un desgaste físico-mental de lenta recuperación, vivido en ésta Sevilla de verano inhumano, pierda peso en favor de la monotonía hecha vértigo del paso del tiempo?
Otros, enriquecidos con la crisis porque precisamente viven de ella, tienen inmunidad para zafarse del clima en todo momento. Ellos ¿…? se pasean y habitan, con aspecto saludable y moreno, en “paraísos” exclusivos a su medida y para ralea semejante.

Los interminables veranos de la infancia, “cuando el verano tenía setenta días” que decía Luque en una de sus letras, de una de sus crisis: una eternidad en la escala temporal de un niño.
La indigestión de realidad; La acumulación de estímulos en forma de ráfagas constantes. La dedicación excesiva a los periféricos de ortopedia neo-tecnológica. El engatusamiento constante e hipnótico de los medios de promoción comercial. La imposibilidad, en definitiva, de aburrirse tirado a la bartola sin que en derredor se perciban nada más que el zumbido de las moscas -entretenidas con otros animales rumiantes-, nos robó la posibilidad de ralentizar la vida.
La repetición de los mismos actos hasta la semi-vida.
Todo lo relativo a la relatividad, hay que ponerlo en observación.

3 comentarios:

  1. Estás sembrao, Morat. Creo que es uno de los textos más conseguido e interesante que he leído en Vericuetos. Las palabras justas, necesarias, afiladas, otra vez necesaria, con ritmo. Reparadoras.
    Una gozada leerte. A ver si le da usted y su chica mas a las teclas.

    Qué bien escribe el Luquerio.

    Te mando un mail dentro de un rato (hay novedades).

    Un abrazo amigo mío.

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  2. ¡¡CAGUENLALECHE!!, la red se ha tragado un segundo comentario que mandé.

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  3. Bate: gracias por el halago, pero creo que esta entrada es el efecto secundario de una insolación sevillana en plena crisis –y no sólo económica- con décimas febriles de guarnición. O del despertar de una siesta en toda la caló, haciendo la digestión de un potaje de garbanzos con todos su avios.
    Tu que me conoces, sabes que no soy de repicar en el hematoma, ni de hurgar en el ojo ajeno impregnado de lejía, aunque de vez en cuando se rebote uno como está mandao.
    Un abrazo de los dos.

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