El breve canto del gallo precede a un largo día en el que cabe todo y ocupa nada. Tan corto es su clamor que se tarda más en explicar lo que es, que en escucharlo. Tan largo es el día que desde el alba va tomando forma con un buen café, hasta que llega la hora de bajar las persianas. Mientras tanto la luz omnipresente se ocupa de brillar para nosotros desde que se desperezó el gallo, sin inquietarnos demasiado la vuelta de su canto a la salida del sol. Esta es la señal de que estamos vivos después de soñar.
Desde que el hombre supo incorporar a su supervivencia a las gallinas como fuente de alimento (huevos/carne), suceso que se pierde en la noche de los tiempos, convirtiendo y creando la especie domestica pollo, gallo, gallina, la relación con éste despertador animal es natural,fructífera y duradera.
ResponderEliminarLos nuevos hábitos del ser humano, y la traslación mayoritaria al ambiente urbano, van a acabar desgraciadamente con esta relación relación de convivencia. Quedará como una anécdota y como icono del madrugador y del alborear del día..., y de Portugal.
No es muy poético, pero la entrada me ha suscitado éste pensamiento.
No hay mejor despertar.
ResponderEliminarMi madre y yo siempre que vamos caminando por un pueblo y suena el canto de un gallo, nos miramos y sonreímos. Luego, por enésima vez, mi madre me comenta que tiene ganas de que llegue Nochebuena, y yo, vuelvo a pensar que me gustaría acabar mis días, trabajando en un Horno de pan de alguna pequeña aldea palentina, donde aún se escuchan los aullidos de los lobos las noches de invierno.
A mi me ha gustado mucho esta entrada.
Besos